Osteopatía

Osteopatía

El mayor beneficio que presenta la osteopatía frente a otras terapias manuales es el principio de ‘mínima intervención’. Al contrario de las directrices y patrones de actuación de las terapias normalizadas, la medicina osteopática no busca la intrusión directa en una dolencia para erradicarla, sino que analiza el posible origen y estudia la evolución. Con esta información el profesional puede paliar la dolencia eliminando la causa que la origina, sin técnicas tan invasivas o agresivas (fármacos, aplicación de aparatología fisioterapéutica, etcétera), fomentando así la capacidad de auto curación del organismo.

 

Y es que, está demostrada –ante ciertos problemas–, la facultad que posee el cuerpo humano de regenerarse, de auto sanarse, de adaptarse a los mecanismos lesionales y a las agresiones externas: los seres humanos son capaces por sí mismos de cicatrizar sus heridas, cerrar ulceraciones, sanar de procesos gripales eliminando agentes infecciosos, soldar fracturas óseas, recubrir objetos extraños con tejido fibrótico…; la osteopatía, sencillamente, ayuda con sus técnicas a mantener esta virtud.

Debido a su carácter no invasivo, el uso de la osteopatía carece de contraindicaciones, salvo las propias de cualquier otra técnica fisioterapéutica: (degeneración articular, artrosis avanzada, alteraciones neurológicas o hematológicas diversas, etcétera).

La osteopatía no pretende ser la panacea de los tratamientos, ni tampoco sustituir a la medicina moderna erigiéndose como la solución a todos los males del cuerpo humano. Un osteópata profesional conoce sus limitaciones y las lesiones que es capaz de tratar, evitando incurrir en intrusismos y en extralimitaciones del tipo “eso lo puedo solucionar yo”. Cuando un paciente acude a una consulta de osteopatía aquejado de un dolor, el profesional debe comenzar siempre con la misma pregunta: ¿Qué le ha dicho el médico sobre ese dolor?

El mayor beneficio que presenta la osteopatía frente a otras terapias manuales es el principio de ‘mínima intervención’. Al contrario de las directrices y patrones de actuación de las terapias normalizadas, la medicina osteopática no busca la intrusión directa en una dolencia para erradicarla, sino que analiza el posible origen y estudia la evolución. Con esta información el profesional puede paliar la dolencia eliminando la causa que la origina, sin técnicas tan invasivas o agresivas (fármacos, aplicación de aparatología fisioterapéutica, etcétera), fomentando así la capacidad de auto curación del organismo.

 

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Y es que, está demostrada –ante ciertos problemas–, la facultad que posee el cuerpo humano de regenerarse, de auto sanarse, de adaptarse a los mecanismos lesionales y a las agresiones externas: los seres humanos son capaces por sí mismos de cicatrizar sus heridas, cerrar ulceraciones, sanar de procesos gripales eliminando agentes infecciosos, soldar fracturas óseas, recubrir objetos extraños con tejido fibrótico…; la osteopatía, sencillamente, ayuda con sus técnicas a mantener esta virtud.

Debido a su carácter no invasivo, el uso de la osteopatía carece de contraindicaciones, salvo las propias de cualquier otra técnica fisioterapéutica: (degeneración articular, artrosis avanzada, alteraciones neurológicas o hematológicas diversas, etcétera).

La osteopatía no pretende ser la panacea de los tratamientos, ni tampoco sustituir a la medicina moderna erigiéndose como la solución a todos los males del cuerpo humano. Un osteópata profesional conoce sus limitaciones y las lesiones que es capaz de tratar, evitando incurrir en intrusismos y en extralimitaciones del tipo “eso lo puedo solucionar yo”. Cuando un paciente acude a una consulta de osteopatía aquejado de un dolor, el profesional debe comenzar siempre con la misma pregunta: ¿Qué le ha dicho el médico sobre ese dolor?

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